
Me estoy aficionando peligrosamente a la versión estadounidense de
Operación Triunfo. Allí se llama
American Idol y lleva varias temporadas cosechando significante éxito. Siento especial fascinación por Simon Cowell, un ejecutivo musical venido de Inglaterra que tiene como misión darles caña a todos los participantes. Si no fuera porque Simon tiene ingenio, yo diría que sería el equivalente a Pilar Tabares en la primeras ediciones de OT
Con su estirado acento británico, Simon destroza a los paletorros venidos directamente de la granja familiar de Minessota. El sueño de esta gentecilla es que les digan “You’re going to Hollywood!!!”, que significa que pasan a la fase final. Simon comparte la mesa del jurado con Paula Abdul, una célebre cantante que cada día
mejora con los años; y con Randy Jackson, productor musical que mezcla el estilo Samuel L. Jackson con extravagantes jerseys de romboides.
El problema de estos concursos es que muchos de los que se presentan no tiene conciencia del ridículo que hacen. Por ejemplo, una chica pequeña y desgarbada apareció vestida con un traje de fiesta estilo Julia Roberts, complementado (¡!) con una flor en la cabeza. La candidata se plantó delante del jurado y les dijo: “Quiero ser la próxima American Idol”. Simon le preguntó entonces: “¿Por qué crees que puedes lograrlo?” Y ella respondió algo difícil de traducir al español, pero que vendría a ser más o menos “Porque tengo todas las condiciones”. En inglés, ella dijo “Because I have all the package” (según ella, combinaba un “paquete” de virtudes).
La chica decía que era mezzosoprano, pero lo único cierto es que colocaba un gallo tras otro mientras se bajaba los tirantes del vestido para estar supuestamente sexy. Paula Abdul, en el centro del jurado, tuvo que dejar de mirar a la candidata porque se moría de vergüenza ajena. A su lado, el otro miembro del jurado también se moría, pero esta vez de risa (se ponía la mano y pensaba que con eso ya bastaba para disimular). Y, al otro lado de Paula, el gran Simon simplemente aguantaba con flema británica. Al terminar la lamentable actuación de la chica, Simon tomó la palabra: “Decías que tenías todo el paquete para triunfar. Pero a mí me pareces unos de esos paquetes que te regalan en Navidad y que tienes que devolver a la tienda porque no sirven para nada”.
Un chico con bastante pluma decidió ganarse al jurado cantando la canción de Cher “Do You Believe in Love after Life”. Aquí hasta Paula Abdul se partía el culo, al ver al chavalote poniendo voz ultraaguda. De nuevo, fue Simon el que tuvo que poner un poco de orden. Mandó callar al chaval y le dijo: “Oye, te voy a decir algo muy en serio, para que lo apliques a tu carrera al margen de este concurso. Te encanta Cher y cantas como Cher. ¿Has pensado en ganarte la vida como imitador de cantantes famosas?” El chico se enfada y empieza a quejarse. Simon le responde: “Joder, lo que te digo es pura lógica. Si eres un hombre que pone voces de mujeres, gánate la vida así.” A lo que responde el julandra: “Para imitar a una mujer tendría que vestirme como una mujer. Soy un hombre y no pienso vestirme como una mujer.” Es entonces cuando Simon se echa para atrás en la silla y comenta: “Ahora sí que no entiendo nada”.
De la subsección “freaks disfrazados”, me quedo sin duda con lo que le dijo a un candidato con el pelo largo tintado de verde, a juego con el color de su camiseta: “Chico, pareces la esposa del Increíble Hulk”.
Dentro de la subsección “aspirantes con 16 años de edad”, destacaré este par de comentarios:
- A un chico que cantaba como el culo: “¿Qué edad, tienes? ¿16 años? Lo que tienes que hacer es buscarte un trabajo. Sí, chico, busca un trabajo y gánate la vida. Y luego, si quieres, te pones a cantar como afición los fines de semana.”
- A un chaval que eligió una canción horterísima: “Eres joven. Y creo que gustarás a mucha gente... a partir de 80 años.”
Este Simon tiene fama de malo, pero a mí me parece un tipo muy sincero. En mi opinión, no tiene la culpa de que los cutre-aspirantes a estrellas carezcan del sentido del ridículo.