Tullidos S.A.
Ya lo sé: soy muy perro para actualizar el blog. Pero bueno, al fin escribo. El lunes por la noche aterricé en las Españas después de 20 horas de vuelos, retrasos y cambios extraños de avión, pero todo eso ya es historia porque nadie me va a privar de unas buenas navidades hogareñas. Nada más llegar, me enteré de la muerte de alguien que nunca va a ser ya juzgado por los delitos que cometió en vida. Ayer de madrugada supe también de la muerte de Loyola de Palacio, una de las personas que pronunció hace unos años una de mis frases favoritas: “Lo que tiene que hacer Fidel Castro es morirse”. Lamentablemente, el dinosaurio sigue vivo y Loyola no se va a dar el gustazo de ver a Fidel muerto, como tampoco pudo hacerlo un Cabrera Infante que murió en Londres sin poder volver a su Cuba natal. Sí, ya sabemos, Cabrera Infante era un gusano, y todas esas cosas que dicen los niños bien que disfrutan del capitalismo mientras levantan el puño izquierdo... En cualquier caso, seguiré deseando la muerte de Fidel sin ningún pudor, ya sea desde mi cueva de Kabul o desde mi refugio antiaéreo en el sur de España.
Poco puedo contar, la verdad. Llevo tres días muy centrado en comer y beber, así que mi vida social se reduce a cero. Hoy he hecho propósito de salir a la calle para poder hablar con algún ser vivo (si es humano, mejor) y así informarme un poco de lo que se cuece por aquí. Creo que ahora que llegamos a final de año es el mejor momento para actualizar mi listado de tullidos locales, una de las pocas curiosas que hay en mi pueblo. Aunque desde el 2005 no he incluido ningún nombre nuevo, sé que con tirar un poco de la manta tendré acceso a los nombres de los nuevos practicantes del deporte del tullidismo subvencionado. Cerca de donde vivo, por ejemplo, y sin ánimo de ser exhaustivo, puedo nombrar:
- El chaval Francis, de quien ya hablé las navidades pasadas. El hombre se hostió con la moto mientras iba a por hachís a un barrio marginal de la capital, pero un avispado leguleyo le hizo ganar un sueldecito de por vida en virtud de que “iba a comprar un pollo y estaba todavía en horario laboral”. El bueno de Francis se ha quedado un poco lento de reflejos, la verdad, pero demostró rápido su puntería al preñar a su novia un mes después de empezar a salir con ella. Ahora la pareja vive con la familia de él (totum revolutum) y Francis ya es papá de una bonita niña con nombre de telenovela latinoamericana.
- Un poco más arriba de la calle hay un chico que fue a la mili, llegó, vio, le pusieron una inyección, le jodieron los nervios de un brazo, y volvió (con su paga asegurada de por vida, claro). Por cierto, me dicen que la novia lo ha dejado para irse con el dueño de un pub. ¿Por qué ligan tanto los dueños de los pubs?
- El que era cuñado de este hombre también se vino rápido de la mili porque pilló la hepatitis (no me pregunten la letra, señores) que, como es de rigor, transmitió a su novia nada más volver a nuestra venerable polis/ciudad-Estado. Creo que chupó algunos meses de subsidio pero supongo que estará trabajando ahora, muy a su pesar, aunque me consta que se esfuerza para que su rodilla reviente de una vez y así trincar un sueldecito de esos como los de Nescafé.
- Enfrente de casa, una señora se cansó de trabajar en la tienda y decidió sobornar al médico de aquí para que la declarar inválida por unos problemas de espalda (como diría Mr. T, “ahora estoy un poco pachucho de la espalda, y eso”). Creo que aún no está en el club de los tullidos porque el médico se enfadó por ella por alguna cosa. Revisaré cómo está el tema.
- Y ya lejos de casa (es decir, a medio kilómetro) vive un conocido mío que tuvo un accidente de moto por culpa de una mujer que no hizo bien un cruce. La putada es que el chaval iba sin casco, para-qué-si-no-me-va-a-pasar-nada. Su familia recibió una buena pasta después del juicio, y digo “su familia” porque todo el dinero se lo ha ventilado la madre en joyas y abrigos de visón, y ni siquiera se han molestado en hacer reformas en la casa para que el chico se pueda desplazar mejor. Pues nada. Que siga la fiesta.
Poco puedo contar, la verdad. Llevo tres días muy centrado en comer y beber, así que mi vida social se reduce a cero. Hoy he hecho propósito de salir a la calle para poder hablar con algún ser vivo (si es humano, mejor) y así informarme un poco de lo que se cuece por aquí. Creo que ahora que llegamos a final de año es el mejor momento para actualizar mi listado de tullidos locales, una de las pocas curiosas que hay en mi pueblo. Aunque desde el 2005 no he incluido ningún nombre nuevo, sé que con tirar un poco de la manta tendré acceso a los nombres de los nuevos practicantes del deporte del tullidismo subvencionado. Cerca de donde vivo, por ejemplo, y sin ánimo de ser exhaustivo, puedo nombrar:
- El chaval Francis, de quien ya hablé las navidades pasadas. El hombre se hostió con la moto mientras iba a por hachís a un barrio marginal de la capital, pero un avispado leguleyo le hizo ganar un sueldecito de por vida en virtud de que “iba a comprar un pollo y estaba todavía en horario laboral”. El bueno de Francis se ha quedado un poco lento de reflejos, la verdad, pero demostró rápido su puntería al preñar a su novia un mes después de empezar a salir con ella. Ahora la pareja vive con la familia de él (totum revolutum) y Francis ya es papá de una bonita niña con nombre de telenovela latinoamericana.
- Un poco más arriba de la calle hay un chico que fue a la mili, llegó, vio, le pusieron una inyección, le jodieron los nervios de un brazo, y volvió (con su paga asegurada de por vida, claro). Por cierto, me dicen que la novia lo ha dejado para irse con el dueño de un pub. ¿Por qué ligan tanto los dueños de los pubs?
- El que era cuñado de este hombre también se vino rápido de la mili porque pilló la hepatitis (no me pregunten la letra, señores) que, como es de rigor, transmitió a su novia nada más volver a nuestra venerable polis/ciudad-Estado. Creo que chupó algunos meses de subsidio pero supongo que estará trabajando ahora, muy a su pesar, aunque me consta que se esfuerza para que su rodilla reviente de una vez y así trincar un sueldecito de esos como los de Nescafé.
- Enfrente de casa, una señora se cansó de trabajar en la tienda y decidió sobornar al médico de aquí para que la declarar inválida por unos problemas de espalda (como diría Mr. T, “ahora estoy un poco pachucho de la espalda, y eso”). Creo que aún no está en el club de los tullidos porque el médico se enfadó por ella por alguna cosa. Revisaré cómo está el tema.
- Y ya lejos de casa (es decir, a medio kilómetro) vive un conocido mío que tuvo un accidente de moto por culpa de una mujer que no hizo bien un cruce. La putada es que el chaval iba sin casco, para-qué-si-no-me-va-a-pasar-nada. Su familia recibió una buena pasta después del juicio, y digo “su familia” porque todo el dinero se lo ha ventilado la madre en joyas y abrigos de visón, y ni siquiera se han molestado en hacer reformas en la casa para que el chico se pueda desplazar mejor. Pues nada. Que siga la fiesta.
Etiquetas: Cabrera Infante, Fidel Castro, Hora chanante, Lauren Postigo, Mr. T
2 Comments:
Lo interesante de este post no son los tullidos en sí sino su habilidad para chupar del bote (todos llevamos un funcionario dentro). Conozco historias de tipos que, sin llegar a tullidos, han intentado estafas con un descaro increíble. El mejor, uno que recibió un leve golpe trasero en el coche e intentó incluir en la reparación (no había nada que reparar) golpes laterales de otros accidentes, aparte de recibir masajes (y llevar collarín que no necesitaba) y de comentarle al perito que vio cómo su radio casette no extraíble "salía despedido hacía el sillón trasero del vehículo a causa del golpe recibido". Vivir para ver.
Me apunto el tema masajes, Coltrane. Nunca se sabe.
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