Mi música
Ya comenté la semana pasada que vivo encerrado en mi madriguera, pertrechado de música y víveres básicos. En estos últimos días, me he dado cuenta de hasta qué punto uno sólo puede ser verdaderamente consciente de lo bueno que es un disco cuando lo compara con otros que son basura: y es que lo sublime aparece por contraste, porque de otro modo no tendríamos un criterio para definir lo que vale la pena y lo que no. En cualquier caso, no puedo negar que mi valoración de un cantante o de un grupo no está basada únicamente en su música, sino en otros detalles que muchas veces no tienen nada que ver con ésta. Propongo a continuación un Top 5 de cantantes que en un momento me cayeron bien y que ahora detesto hasta la saciedad:
- Lenny Kravitz. Un tipo con talento al que conocí gracias a Are you gonna go my way, aunque ya antes había compuesto temas como Mamma Said. Nunca llegué a interesarme en su carrera, pero durante un tiempo lo respetaba y lo veía algo así como el clon negro de Slash Rose. Lamentablemente, a mitad de los noventa empezó a sacar baladas casposas y a lucir cachas, piercings y tatuajes en zonas 'calientes' (¡qué provocador!). De Lenny Kravitz basta con decir que, a día de hoy, la gran mayoría de sus fans son chicas jóvenes y de mediana edad, un perfil de público que antes no se había acercado a su música. Pero ya se sabe que no hay nada tan rentable como ser el chico malo de las radios comerciales. ¿Verdad, Lenny?
- Luixy Toledo. Un fenómeno musical que dejó de componer canciones hace tiempo (ver foto). Lo incluyo en mi Top 5 no porque me caiga mal, sino porque no me parece ético dejar al público huérfano de su talento, así, tan de repente. El silencio musical de Luixy es sólo equivalente a la muerte de un Jim Morrison o un Jimmy Hendrix. Luixy apareció en televisión hace más de una década, denunciando a Michael Jackson porque le había copiado una canción que luego sería Thriller. Decía Luixy que, una reencarnación anterior, Michael Jackson había sido amigo suyo en la Italia medieval (¿o era en Marte? no recuerdo bien) y que fue entonces cuando Michael le plagió la canción. El grande de Luixy paseó por un tiempo la versión “original” de Thriller valiéndose únicamente de una guitarra/órgano de esos que ya sólo utiliza el melenudo de los Camela. Sin embargo, desde que apareció en Torrente 2, no he vuelto a saber de él. Todavía me lamento de no haber acudido a un concierto que daba una noche en el que, además, por las 500 pesetas de la entrada regalaba a los asistentes una cinta grabada con sus mejores éxitos. ¡Luixy, vuelve!
- Pau Donés. Tampoco es que me fascinara este tipo, pero al menos compuso algunas canciones decentes (o al menos, decentes para lo que es el pop español) en su primer disco con Jarabe de palo. A partir de ahí, todo fue cuesta abajo: intensificó su imagen de buenrollista al mismo tiempo que vendía su limitado talento musical a los 40 principales (no se vendió por cuatro perras, desde luego). Donés decidió machacar al personal con títulos tan olvidables y tontorrones como Depende, ataviado unas veces de cantante heavy metal y otras con camisetas del Ché Guevara. Metió rap y pasodoble en sus discos y, no contento con el estropicio, se atrevió a grabar un ridículo vídeoclip junto con Alanis Morissette (es que ahora Pau Donés es artista internacional, y nosotros sin saberlo). Nunca le perdonaré una entrevista en la que confesaba alegremente que no había leído un libro en su vida. El tío dijo que sólo había leído lo que le obligaban en el colegio y que no le hacía falta nada más. Y encima presumía de ello.
- La habitación roja. Grupo de los denominados independientes que se ganó un prestigio tras colocar varios de sus singles en Radio 3. El disco que consolidó a LHR fue Largometraje (1999), el cual tenía un tufo de imitación a Los Planetas bastante preocupante (aparte del título, muy parecido al Súper 8 de Los Planetas, había dos canciones que coincidían literalmente: Ciencia Ficción y Espiral). Aunque Largometraje no era nada del otro mundo, al menos dejaba dos o tres canciones prometedoras. El ascenso de LHR vino de la mano de un intento (¿fallido?) de discográficas y salas independientes por desarrollar una escena indie en Valencia, ciudad de origen del grupo. Sin embargo, el proyecto no termina de funcionar: ya son varios discos y LHR sigue haciendo música predecible que viene acompañada, por desgracia, por las letras más cursis que se han escrito en España desde que la poblaron los íberos. El chaval escribe en castellano pero, la verdad, para hacer lo que hace mejor que componga las canciones en inglés.
- Alejandro Sanz. No es que me gustara este cantante al principio, ni mucho menos, pero lo que sentía no era asco sino más bien envidia. Me explico: la envidia que un chaval de 12 años puede tener cuando todas las niñas del colegio llevan las carpetas forradas con fotos de algún sex symbol. Por aquel entonces la música de Alejandrito me daba arcadas (eso no ha cambiado hasta hoy) pero a él lo percibía de manera neutra, del mismo modo que podía percibir a actores como Brad Pitt, del que todas las chicas decían que estaba "muy bueno". Ahora no siento envidia hacia Sanz, sino que más bien lo veo como un tipo mediocre, que mide casi más de ancho que de alto, con un tinte rubio que sólo puede hacer las delicias de un público hortera como el de Miami. Y ese acento… ¿pero qué acento es ese, mi niño? Este tío, que es de Moratalaz de toda la vida, se descuelga ahora en las entrevistas con una pronunciación que no sé si imita al acento gaditano o a alguna variante del puertorriqueño. Muy falso y muy forzado, sin duda. Se cuenta que el primer disco que grabó, no con el nombre artístico de Alejandro Sanz sino con el de Alejandro Magno (¿rollo bisexual por ahí?) es uno de los más codiciados por los coleccionistas de España. Si llega el día en el que encuentre uno de estos vinilos, haré dos cosas: la primera, ponerlo a subasta en eBay; la segunda, perdonar a Sanz todo lo que me ha hecho sufrir en esta vida.
- Lenny Kravitz. Un tipo con talento al que conocí gracias a Are you gonna go my way, aunque ya antes había compuesto temas como Mamma Said. Nunca llegué a interesarme en su carrera, pero durante un tiempo lo respetaba y lo veía algo así como el clon negro de Slash Rose. Lamentablemente, a mitad de los noventa empezó a sacar baladas casposas y a lucir cachas, piercings y tatuajes en zonas 'calientes' (¡qué provocador!). De Lenny Kravitz basta con decir que, a día de hoy, la gran mayoría de sus fans son chicas jóvenes y de mediana edad, un perfil de público que antes no se había acercado a su música. Pero ya se sabe que no hay nada tan rentable como ser el chico malo de las radios comerciales. ¿Verdad, Lenny?
- Luixy Toledo. Un fenómeno musical que dejó de componer canciones hace tiempo (ver foto). Lo incluyo en mi Top 5 no porque me caiga mal, sino porque no me parece ético dejar al público huérfano de su talento, así, tan de repente. El silencio musical de Luixy es sólo equivalente a la muerte de un Jim Morrison o un Jimmy Hendrix. Luixy apareció en televisión hace más de una década, denunciando a Michael Jackson porque le había copiado una canción que luego sería Thriller. Decía Luixy que, una reencarnación anterior, Michael Jackson había sido amigo suyo en la Italia medieval (¿o era en Marte? no recuerdo bien) y que fue entonces cuando Michael le plagió la canción. El grande de Luixy paseó por un tiempo la versión “original” de Thriller valiéndose únicamente de una guitarra/órgano de esos que ya sólo utiliza el melenudo de los Camela. Sin embargo, desde que apareció en Torrente 2, no he vuelto a saber de él. Todavía me lamento de no haber acudido a un concierto que daba una noche en el que, además, por las 500 pesetas de la entrada regalaba a los asistentes una cinta grabada con sus mejores éxitos. ¡Luixy, vuelve!
- Pau Donés. Tampoco es que me fascinara este tipo, pero al menos compuso algunas canciones decentes (o al menos, decentes para lo que es el pop español) en su primer disco con Jarabe de palo. A partir de ahí, todo fue cuesta abajo: intensificó su imagen de buenrollista al mismo tiempo que vendía su limitado talento musical a los 40 principales (no se vendió por cuatro perras, desde luego). Donés decidió machacar al personal con títulos tan olvidables y tontorrones como Depende, ataviado unas veces de cantante heavy metal y otras con camisetas del Ché Guevara. Metió rap y pasodoble en sus discos y, no contento con el estropicio, se atrevió a grabar un ridículo vídeoclip junto con Alanis Morissette (es que ahora Pau Donés es artista internacional, y nosotros sin saberlo). Nunca le perdonaré una entrevista en la que confesaba alegremente que no había leído un libro en su vida. El tío dijo que sólo había leído lo que le obligaban en el colegio y que no le hacía falta nada más. Y encima presumía de ello.
- La habitación roja. Grupo de los denominados independientes que se ganó un prestigio tras colocar varios de sus singles en Radio 3. El disco que consolidó a LHR fue Largometraje (1999), el cual tenía un tufo de imitación a Los Planetas bastante preocupante (aparte del título, muy parecido al Súper 8 de Los Planetas, había dos canciones que coincidían literalmente: Ciencia Ficción y Espiral). Aunque Largometraje no era nada del otro mundo, al menos dejaba dos o tres canciones prometedoras. El ascenso de LHR vino de la mano de un intento (¿fallido?) de discográficas y salas independientes por desarrollar una escena indie en Valencia, ciudad de origen del grupo. Sin embargo, el proyecto no termina de funcionar: ya son varios discos y LHR sigue haciendo música predecible que viene acompañada, por desgracia, por las letras más cursis que se han escrito en España desde que la poblaron los íberos. El chaval escribe en castellano pero, la verdad, para hacer lo que hace mejor que componga las canciones en inglés.
- Alejandro Sanz. No es que me gustara este cantante al principio, ni mucho menos, pero lo que sentía no era asco sino más bien envidia. Me explico: la envidia que un chaval de 12 años puede tener cuando todas las niñas del colegio llevan las carpetas forradas con fotos de algún sex symbol. Por aquel entonces la música de Alejandrito me daba arcadas (eso no ha cambiado hasta hoy) pero a él lo percibía de manera neutra, del mismo modo que podía percibir a actores como Brad Pitt, del que todas las chicas decían que estaba "muy bueno". Ahora no siento envidia hacia Sanz, sino que más bien lo veo como un tipo mediocre, que mide casi más de ancho que de alto, con un tinte rubio que sólo puede hacer las delicias de un público hortera como el de Miami. Y ese acento… ¿pero qué acento es ese, mi niño? Este tío, que es de Moratalaz de toda la vida, se descuelga ahora en las entrevistas con una pronunciación que no sé si imita al acento gaditano o a alguna variante del puertorriqueño. Muy falso y muy forzado, sin duda. Se cuenta que el primer disco que grabó, no con el nombre artístico de Alejandro Sanz sino con el de Alejandro Magno (¿rollo bisexual por ahí?) es uno de los más codiciados por los coleccionistas de España. Si llega el día en el que encuentre uno de estos vinilos, haré dos cosas: la primera, ponerlo a subasta en eBay; la segunda, perdonar a Sanz todo lo que me ha hecho sufrir en esta vida.
1 Comments:
1- Vaya ataque anti-indie que os ha entrado hoy al dueto transatlántico.
2- Alejandro Sanz. Moratalaz es un barrio carente de glamour. Está bien para vivir, es tranquilo, un barrio obrero sin malos rollos, con el porcentaje de inmigrantes más bajo de todos los distritos de Madrid. No es un barrio macarrilla, como Carabanchel o Vallecas, ni uno pijo, como el de Salamanca. Ser de ahí no mola. No me compares con ser andaluz o portorriqueño. Los de Moratalaz están que trinan con la metamorfosis de su convecino. Lo malo es que, a cambio, han erigido en ídolo a Melendi, sólo por descubrirse orgulloso como moratalaceño.
Ya sabes que yo no soy de allí, pero es lo que me dicen mis contactos en movimientos vecinales.
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