De vuelta a mi madriguera
Sigo vivo. A duras penas, porque la eliminación de España en el Mundial me ha dejado tocado, pero sigo vivo. Después de la dolorosa derrota, he vuelto a mi madriguera y de momento no pienso abandonarla. No necesito eso que llaman “el mundo exterior”: me basta con algo de comida (cuando se acabe la leche entera tendré que apañarme con la desnatada, todo esto con tal de no salir a la calle) y con un poco de música. Ayer intenté consolarme escuchando a Leonard Cohen y a Jeff Buckley, aunque al final de la noche no pude evitar la tentación báquica de escuchar el When the Music is Over de The Doors. Pues eso: una vez acabada la música, apaguemos la luz.
He de informar, para deleite y gozo de mis lectores, que mi refugio es una nueva madriguera. En un texto anterior comenté algo sobre la mudanza en la que Copycat y yo nos hemos visto envueltos durante la última semana. Básicamente, los dos tíos de la mudanza nos hicieron la púa que ya me temía: cobraron lo que quisieron y tuvimos que pagar sin rechistar. A partir de lo que nos sablearon, les he calculado el sueldo medio y sale a 6.000 dólares al mes para cada uno, tirando por lo bajo. Lo peor de todo es que, en la despedida, encima tuve que aguantar el cachondeo que vino cuando les expliqué a qué me dedicó (o pretendo dedicarme): “oh, claro, tú eres alguien que trabaja con la cabeza, no como yo, que soy un zoquete y trabajo con las manos. Ya me dijo mi padre que estudiara, pero fui tonto y no le hice caso”, me dijo uno de ellos. A mí me dieron ganas de contestarle: “no, chaval, el tonto soy yo. Tú sí que eres listo: te llevas una pasta por seis o siete horas de trabajo diario”. Si alguien considera a Arbusto una persona inteligente (cosa que dudo), le recomiendo encarecidamente que escoja una de estas dos profesiones: mudanzas o fontanería.
En cualquier caso, ya he ido digiriendo el clavo en estos últimos días. Más alegría me causó, sin duda, encontrar a dos primos que se quedaron con nuestro antiguo apartamento. Necesitábamos a alguien que se hiciera cargo de los dos últimos meses del contrato y, finalmente, pudimos pringar a una parejita de ingenuos. Él es un rumano que trabajó un tiempo en Tarragona y que emigró a este país hace un par de años, haciendo el truco que hace mucha gente: pides visado de trabajo para una de las provincias en las que nadie quiere vivir y, cuando ya estás dentro del país, das el salto a una de las grandes ciudades. Así que el chaval es un recién llegado al lugar, y no estaba en condiciones de decir “no” al apartamento que fue habitado por Arbusto y Copycat. En cuanto a ella, se trata de una chica que se enamoró del chaval en aquella remota provincia y que ahora viene a estudiar a una universidad de por aquí. Ella es la típica negra gordita, muy coqueta con su pelo y su ropa, algo así como una Beyoncé que hubiera pasado por los espejos del callejón del Gato.
He de informar, para deleite y gozo de mis lectores, que mi refugio es una nueva madriguera. En un texto anterior comenté algo sobre la mudanza en la que Copycat y yo nos hemos visto envueltos durante la última semana. Básicamente, los dos tíos de la mudanza nos hicieron la púa que ya me temía: cobraron lo que quisieron y tuvimos que pagar sin rechistar. A partir de lo que nos sablearon, les he calculado el sueldo medio y sale a 6.000 dólares al mes para cada uno, tirando por lo bajo. Lo peor de todo es que, en la despedida, encima tuve que aguantar el cachondeo que vino cuando les expliqué a qué me dedicó (o pretendo dedicarme): “oh, claro, tú eres alguien que trabaja con la cabeza, no como yo, que soy un zoquete y trabajo con las manos. Ya me dijo mi padre que estudiara, pero fui tonto y no le hice caso”, me dijo uno de ellos. A mí me dieron ganas de contestarle: “no, chaval, el tonto soy yo. Tú sí que eres listo: te llevas una pasta por seis o siete horas de trabajo diario”. Si alguien considera a Arbusto una persona inteligente (cosa que dudo), le recomiendo encarecidamente que escoja una de estas dos profesiones: mudanzas o fontanería.
En cualquier caso, ya he ido digiriendo el clavo en estos últimos días. Más alegría me causó, sin duda, encontrar a dos primos que se quedaron con nuestro antiguo apartamento. Necesitábamos a alguien que se hiciera cargo de los dos últimos meses del contrato y, finalmente, pudimos pringar a una parejita de ingenuos. Él es un rumano que trabajó un tiempo en Tarragona y que emigró a este país hace un par de años, haciendo el truco que hace mucha gente: pides visado de trabajo para una de las provincias en las que nadie quiere vivir y, cuando ya estás dentro del país, das el salto a una de las grandes ciudades. Así que el chaval es un recién llegado al lugar, y no estaba en condiciones de decir “no” al apartamento que fue habitado por Arbusto y Copycat. En cuanto a ella, se trata de una chica que se enamoró del chaval en aquella remota provincia y que ahora viene a estudiar a una universidad de por aquí. Ella es la típica negra gordita, muy coqueta con su pelo y su ropa, algo así como una Beyoncé que hubiera pasado por los espejos del callejón del Gato.
4 Comments:
Urghs, la ilimitada cabronez del trabajador manual desleal. Te hace un trabajo de mierda, te engaña con el supuesto esfuerzo realizado y te clava cual si fuese neurocirujano. Ese asunto me crispa ilimitadamente.
Y luego uno tiene que perder horas y horas explicando el porqué de sus propios devengos "si total no te ha costado nada". Cabrones.
Hay determinados casos en los que el trabajador tiene la sartén por el mango. Consecuencias: el consumidor, totalmente desprotegido, tiene que pagar lo que piden por un servicio no siempre adecuado.
Ni una mudanza más en tres o cuatro años. Antes que eso, prefiero prender fuego a mi nueva casa: ¡resistencia numantina!
Muy inteligente tratar de alegrarse uno la vida escuchando al Cohen o a cualquiera de la familia de los nadadores. La próxima vez prueba a escuchar siete u ocho retransmisiones de Míchel. Mano de santo.
estuve el miercoles y el jueves por motivos de curro en Francia y en Suiza. Creo haber visto sonrisa de esas de "y-ahora-te-jodes" en los controles de aeropuerto cuanod tenía que enseñar la trajeta de embarque y el DNI. La verdad es que desde la distancia no ha dolido tanto, quizás porque no me intoxiqué con los medios de comunicación. Vaya estrellitas de futbolistas tenemos. De nuevo pecamos de bocazas, de soberbia y de prepotencia... asi que nada, en dos años nos venderán la moto de nuevo y nosotros la compraremos. Yo me refugié en los Floyd, me llevé el disco "A Momentary Lapse of Reason" y de nuevo constaté que esos tíos son muy buenos, todo suena que te cagas. El segundo disco fué "Working Live" de Grandmother's Funck, un grupo suizo de mucha calidad, por desgracia no se encuentra en la mula. Pero pondré algo algún día... La portada de L'Equipe fué "VAMOS"... pues nada - vayamos!
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