Derribando fronteras
Resulta muy común en los Estados Unidos eso de reciclar a antiguos deportistas como periodistas de la cosa. En España siempre se ha llevado lo de contratar a ex futbolistas para que comenten los partidos de la Liga de Campeones o de la selección, pero en los “e, e, u, u,” (como diría Urdaci) lo que se hace es que se les da directamente un micrófono y se les lanza a entrevistar a deportistas en activo. Aunque supone un flagrante caso de intrusismo laboral, creo que puede llegar a dar resultados muy buenos siempre que el ex deportista sea un tipo con talento.
Viene todo esto porque ayer estuve viendo un reportaje sobre Rafa Nadal a cargo de Mary Joe Fernández. La tal Fernández tiene ahora 35 años y ya nadie se acuerda de ella, pero en los tardíos ochenta gozó de bastante fama en nuestro país. ¿Por qué? Muy sencillo: porque tenía “raíces españolas”. Siempre me ha hecho gracia el rollo nacionalista español aplicado al deporte, no en clave ideológica como en Cataluña o el País Vasco sino más bien como exaltación cutre-patriótica al estilo Paco Martínez Soria. En los ochenta, cuando no se hablaba de globalización y la comunidad hispana en los Estados Unidos no era tan visible como ahora, hacía mucha gracia eso de que una tenista se llamara Fernández. Aunque esta tía sólo ganó seis torneos en toda su vida, lo cierto es que cada victoria suya (aunque fuera en octavos de final de un torneo en Perpignan) recibía su par de minutos de atención en los informativos de televisión. “Mary Joe Fernández, de descendientes asturianos, pasa a la siguiente ronda en el torneo de tal y tal…” A María Escario, que más que una mujer es un concepto atemporal, le hacía mucha ilusión eso de cantar las gestas de la Fernández. En realidad, Fernández nació en República Dominicana y creo que algo de sangre española tendría que tener por ahí, pero poco más. Pero bueno, el caso es que era muy socorrida para llenar minutos en televisión.
Lo de Mary Joe Fernández no fue nada comparado con el éxtasis popular producido por el españolísimo de ultramar por excelencia: el nadador Martín López Zubero. Este chaval nació en Jacksonville (Florida) y tenía las nacionalidades yanki y española, pero prefería competir con España porque entre los nadadores de EEUU la competición era mucho más dura. Recuerdo una sombría tarde de domingo en casa de mi abuela con toda la familia materna pegada al televisor para ver, por primera (y última) vez una final de natación. Corría el año 1991 y el “español” López Zubero se proclamó campeón mundial tras ganar los 200 metros espalda por sólo una milésima de ventaja (esto demuestra que no era un español de verdad, porque entonces habría perdido por una dichosa milésima). Los días siguientes, Escario y compañía bombardearon al pueblo con reportajes sobre “el nadador español Martín López Zubero”, pero nunca se decía lo de su doble nacionalidad ni tampoco se mencionaba su lugar de nacimiento. Lo peor de todo aquello era que el chaval hablaba castellano con muy poca soltura, y rozaba el ridículo en cada entrevista.
Estas paletadas de vender orgullo patrio con gente que pasa del país ya no son tan frecuentes. Ahora lo que se lleva es nacionalizar deportistas provenientes de otros países, mediante un doble proceso que consiste en: a) Comprarlos tirando de talonario (que para eso se hace con dinero público); b) Maquillar obscenamente su biografía. De este modo, la que antes era la nadadora rusa Nina Jivaneskaia es ahora “la nadadora española de origen ruso”; y la corredora nigeriana Gloria Alozie es presentada como “la corredora de origen nigeriano”. Sinceramente, creo que resulta patético que para conseguir una o dos medallas en cualquier mierda de competición haya que robar talentos a países más pobres. Otras veces la picaresca española va más lejos y las autoridades incurren directamente en el fraude, como cuando se aprovechó una estancia del equipo cubano en España para sacar a la saltadora Niurka Montalvo del hotel y amañarle un matrimonio con un médico español. Su boda fue más falsa que la de Sara Montiel y en un par de años se divorció del marido, cuando ya había logrado la medalla que el ministerio de Deportes le había exigido. En un país desarrollado todo esto habría sido calificado como delito, pero ya se sabe que en Hispania gusta mucho eso de utilizar dos varas de medir.
Y qué decir de “Juanito” Muehlegg, ese esquiador alemán muerto de hambre al que dieron la nacionalidad española para que ganara tres medallas de oro en los Juegos Olímpicos de Invierno de Salt Lake City (2002). Nadie quería decir lo raro que era que un mediocre atleta ganara tantas cosas de golpe, hasta que un día la agencia antidopaje lo cazó con más medicamentos que un caballo. Tras el escándalo, se pidió (como siempre) la dimisión del secretario de Estado para el Deporte y (como siempre) éste pasó del tema. Al final, al tal Muehlegg le quitaron las tres medallas, España hizo el ridículo internacionalmente, la prensa le retiró el cariñoso apelativo de “Juanito” y le volvió a llamar Johan… y para colmo de males, la Federación Murciana de Esquí se quedó sin “Juanico”, su afiliado número 1 (yo vi el carnet en televisión, juro que es verídico).
Viene todo esto porque ayer estuve viendo un reportaje sobre Rafa Nadal a cargo de Mary Joe Fernández. La tal Fernández tiene ahora 35 años y ya nadie se acuerda de ella, pero en los tardíos ochenta gozó de bastante fama en nuestro país. ¿Por qué? Muy sencillo: porque tenía “raíces españolas”. Siempre me ha hecho gracia el rollo nacionalista español aplicado al deporte, no en clave ideológica como en Cataluña o el País Vasco sino más bien como exaltación cutre-patriótica al estilo Paco Martínez Soria. En los ochenta, cuando no se hablaba de globalización y la comunidad hispana en los Estados Unidos no era tan visible como ahora, hacía mucha gracia eso de que una tenista se llamara Fernández. Aunque esta tía sólo ganó seis torneos en toda su vida, lo cierto es que cada victoria suya (aunque fuera en octavos de final de un torneo en Perpignan) recibía su par de minutos de atención en los informativos de televisión. “Mary Joe Fernández, de descendientes asturianos, pasa a la siguiente ronda en el torneo de tal y tal…” A María Escario, que más que una mujer es un concepto atemporal, le hacía mucha ilusión eso de cantar las gestas de la Fernández. En realidad, Fernández nació en República Dominicana y creo que algo de sangre española tendría que tener por ahí, pero poco más. Pero bueno, el caso es que era muy socorrida para llenar minutos en televisión.
Lo de Mary Joe Fernández no fue nada comparado con el éxtasis popular producido por el españolísimo de ultramar por excelencia: el nadador Martín López Zubero. Este chaval nació en Jacksonville (Florida) y tenía las nacionalidades yanki y española, pero prefería competir con España porque entre los nadadores de EEUU la competición era mucho más dura. Recuerdo una sombría tarde de domingo en casa de mi abuela con toda la familia materna pegada al televisor para ver, por primera (y última) vez una final de natación. Corría el año 1991 y el “español” López Zubero se proclamó campeón mundial tras ganar los 200 metros espalda por sólo una milésima de ventaja (esto demuestra que no era un español de verdad, porque entonces habría perdido por una dichosa milésima). Los días siguientes, Escario y compañía bombardearon al pueblo con reportajes sobre “el nadador español Martín López Zubero”, pero nunca se decía lo de su doble nacionalidad ni tampoco se mencionaba su lugar de nacimiento. Lo peor de todo aquello era que el chaval hablaba castellano con muy poca soltura, y rozaba el ridículo en cada entrevista.
Estas paletadas de vender orgullo patrio con gente que pasa del país ya no son tan frecuentes. Ahora lo que se lleva es nacionalizar deportistas provenientes de otros países, mediante un doble proceso que consiste en: a) Comprarlos tirando de talonario (que para eso se hace con dinero público); b) Maquillar obscenamente su biografía. De este modo, la que antes era la nadadora rusa Nina Jivaneskaia es ahora “la nadadora española de origen ruso”; y la corredora nigeriana Gloria Alozie es presentada como “la corredora de origen nigeriano”. Sinceramente, creo que resulta patético que para conseguir una o dos medallas en cualquier mierda de competición haya que robar talentos a países más pobres. Otras veces la picaresca española va más lejos y las autoridades incurren directamente en el fraude, como cuando se aprovechó una estancia del equipo cubano en España para sacar a la saltadora Niurka Montalvo del hotel y amañarle un matrimonio con un médico español. Su boda fue más falsa que la de Sara Montiel y en un par de años se divorció del marido, cuando ya había logrado la medalla que el ministerio de Deportes le había exigido. En un país desarrollado todo esto habría sido calificado como delito, pero ya se sabe que en Hispania gusta mucho eso de utilizar dos varas de medir.
Y qué decir de “Juanito” Muehlegg, ese esquiador alemán muerto de hambre al que dieron la nacionalidad española para que ganara tres medallas de oro en los Juegos Olímpicos de Invierno de Salt Lake City (2002). Nadie quería decir lo raro que era que un mediocre atleta ganara tantas cosas de golpe, hasta que un día la agencia antidopaje lo cazó con más medicamentos que un caballo. Tras el escándalo, se pidió (como siempre) la dimisión del secretario de Estado para el Deporte y (como siempre) éste pasó del tema. Al final, al tal Muehlegg le quitaron las tres medallas, España hizo el ridículo internacionalmente, la prensa le retiró el cariñoso apelativo de “Juanito” y le volvió a llamar Johan… y para colmo de males, la Federación Murciana de Esquí se quedó sin “Juanico”, su afiliado número 1 (yo vi el carnet en televisión, juro que es verídico).
4 Comments:
¿Y el astronauta "Miguel" López Alegría? El tipo se llamaba Michael Lopez y tenía familia en Madrid, que bien que la sacó Nieves Herrero. Rollo primo-que-no-he-visto-en-mi-vida total, no daba el pego en absoluto, pero somos así. Por cierto, Lopez hablaba un castellano peor que el de López Zubero.
EL padre de Mary Joe Fernández era gallego y llamaba a su hija María José. Anda que no lo escuché yo veces...
Lo que más me jode es que la deportista andorrana de raíces catalanas Arantxa Sánchez Vicario fuera (y siga siendo) orgullo nacional. Eso sí que me jode.
También le dieron mucho bombo al clon de G. que protagonizó "Good bye Lenin". Al parecer era medio catalán. Pero bueno, teniendo en cuenta que los vascos tienen a Goya (que no debió de pisar Vascongadas en su vida) como una de sus grandes glorias y a Balenciaga, al que echaron de su pueblo a patadas por sarasa, como a otra...
Bueno, y que no falte la autocrítica: grandes homenajes manchegos a Almodóvar, homenajes que, su paisana me cuenta que eran pedradas hace no mucho...
A no ser que se haya casado luego en segundas nupcias, el matrimonio de Montalvo no es fake.
Está casado con un hombre de mi pueblo y tienen casa allí y todo.
Prefiero a un hispano-americano (o como lo queráis llamar) que se siente español nadar por nuestro país, que a un Guardiola mascando chicle duranet el himno, o a un entrenador de la selección española que se declara a sí mismo nacionalista vasco. Así de simple.
Otra cosa, no sé quien representa más al rollo cutre nacionalista español, si los que tú dices, o tú mismo. Menudo post de racismo y de pureza de sangre española que te has marcado.
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