miércoles, septiembre 27, 2006

Mis escasas actividades de ocio

Soy de esos capullos que, cuando viven en un pueblo o en una ciudad pequeña, siempre están quejándose por la falta de alternativas de ocio. Pero es que cuando se trasladan a una ciudad más o menos grande siguen haciendo la misma rutina: ir a dos o tres sitios para comer, al mismo pub de siempre para la dosis semanal de alcohol, y poco más. Vamos: una paletada. Llevo ya un tiempo viviendo en una ciudad con varios millones de personas y, tras el subidón de adrenalina inicial, no he hecho sino reproducir los viejos patrones arbustianos: un sitio (cutre) donde cenar el jueves, otro sitio (normalito) donde comer los sábados, y algún lugar improvisado para la cena de los domingos que tanta pereza me da cocinar. Los sábados voy a un restaurante japonés en el que te ceban por poco dinero (eso de que japonés equivale a minimalismo y precios caros es una bola que han metido a los españoles) pero, por desgracia, no soy el único con hábitos fijos. En las tres últimas semanas siempre me encuentro a una pareja de hippies venidos a menos (él, más guarro, intenta mantener el “estilo”) acompañados de seis o siete chavales más o menos bulliciosos. Mucho buen rollo y mucha igualdad, pienso yo, pero el cerdupio ése le ha cascado seis embarazos a la señora sin pudor alguno (se nota que no es él el que los tuvo que parir).

Dejando de lado el espinoso tema “te dejo embarazada mientras reposas del parto”, lo que más me jode de esta gentecilla es que imponen, muy claramente, la vestimenta a los niños. Muy triste es el caso de un chaval de unos ocho o nueve años al que ya he cazado dos veces con camisetas con la hoz y el martillo comunista. ¿Por qué cojones visten al niño con camisetas de la Unión Soviética, si se puede saber? Supongo que al capullo del padre le hará mucha gracia la cosa, y a lo mejor hasta lo envía, cuando el niño tenga 15 años, a unos de esos “campos de trabajo” de Cuba para que se pase un mes respirando pintura y barniz tóxicos mientras arregla una escuelita de las que se caen a pedazos en el país del amigo Fidel. Eso sí, el niño ya tiene su iPod.

Podría decirse que mi ocio semanal empieza y acaba en el citado restaurante japonés. Y es que llevo meses sin ir al cine, y además este año me he perdido el festival que organizan aquí a principios de septiembre. Un colega del consulado sí que ha estado por allí, gorroneando cócteles oficiales como un cabrón (ese lugar me correspondía a mí, la verdad) y ha sido muy claro respecto de las películas españolas que se han presentado: “una mierda, chico, una puta mierda introspectiva”. Lo que también me ha dicho es que ha tenido la oportunidad de conocer a varias personas del ministerio de Cultura, entre ellas una mujer cuya única función, según ella, es acompañar a Almodóvar a cualquier lugar y ofrecer el “apoyo económico” (léase, tarjeta de crédito sin límites) que necesite puntualmente. A cambio, claro está, de declarar orbe et urbi las bondades del actual gobierno. La verdad es que este tipo de chanchullos no me sorprende, pero sí que me asombro todavía ante la zafiedad de la individua en cuestión, quien no parece tener vergüenza alguna en declarar cómo se gasta el dinero público.

Intentaré ir al cine si es que hay alguna película este viernes, en cualquier caso. O quizá me pille algún dvd, ya se verá. Lo que sí que no haré para pasar el tiempo es ponerme rollo bricomanía, porque a mí 1) No me entretiene; 2) No me relaja; 3) Me hace quedar como un cetrunio. Baste, como doloroso botón de muestra, la sencillísima estantería que intenté montar ayer, y que parecía más un boceto de Juan Gris (rollo cubismo sintético) que un artilugio de cierta utilidad para la vida diaria.

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5 Comments:

At 9:38 a. m., Blogger Hans said...

Me remito a lo comentado en cuanto a las palomas y a lo que hay que hacerles. Ello es aplicable a los hippies poliembarazantes que visten a sus ninios (sic) con t-shirts con hoz&martillo, a la portadora de la tarjeta, al beneficiario de la tarjeta portada y a los diseñadores de muebles desmontables cuyas piezas no encajan debidamente.

 
At 11:28 a. m., Anonymous Anónimo said...

Suscribo cada palabra de Hans y añado: "Arbusto, menos quejas y vete alguna vez al cine".

 
At 11:56 a. m., Anonymous Anónimo said...

Qué grande eres Arbusto!

Dale a la Eléctricas de vez en cuando. A mí me lo ha recomendado el médico y me sienta estupéndamente.

 
At 5:22 p. m., Blogger Quic said...

No te engañes, Hans: las piezas encajan debidamente y la culpa es tuya, "cetrunio" (sic). Yo hace años que lo asumí.

 
At 7:32 p. m., Blogger Unknown said...

otro caso de tarjeta de crédito, pero a escala local. transcribo la conversación tal y como me la contaron:
mi amigo: hombre, qué tal?
el otro: nada, que tengo trabajo en la diputación de huelva.
amigo: ah, sí? pero tú acabaste la carrera? de qué trabajas?
otro: no, no acabé. soy consejero del presidente de la diputación en cuestiones de agua.
amigo: ¿y qué haces?
otro: pues informo de dónde se puede abrir un pantano, de qué ríos llevan menos caudal, esas cosas...
amigo: eso no lo hace la confederación hidrográfica dle guadalquivir?
otro: sí, bueno... yo aconsejo sobre lo que puede hacer la diputación.
amigo: insisto, eso es materia de la confederación hidrográfica del guadalquivir, al diputación no puede hacer nada.
otro: bueno, yo elaboro informes pal presidente de la diputación con lo que hace la confederación.
amigo: pero si al confederación elabora un informe... tú lo reelaboras? eso es copiar, no?
otro (sin saber dónde meterse): bueno, sí vale... cobro 3000 euros al mes y tengo un despacho a donde no va nadie nunca y un móvil que uso para llamar y no me llama nadie nunca.

y así tropecientos por toda españa. este en huelva.

 

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