Está bien: que vote el pueblo soberano
"Te veía volviendo a la sopa de huevo..."
¿Qué significan estas palabras? Pondré en antecedentes a mis lectores: resulta que, en el típico intercambio de e-mails con un colega (en este caso, Quic) le cuento que mantendré mi exilio norteamericano dos o tres añitos más. Echando cuentas, parece que tengo dinero para sobrevivir y de momento puedo sacar varios proyectos ultrasecretos sin que se entere la CIA. Al conocer mi decisión, el amigo Quic me suelta la típica parrafada “me alegro, tío, blablablá” y luego termina con la frase que he puesto ahí arriba: “Te veía volviendo a la sopa de huevo…” Para él, esas palabras vienen a decir, más o menos, “tenía miedo de que volvieras a pasar hambre”.
Los que me conocen saben que mis años de la carrera fueron duros. Hubo un periodo entre el segundo y el cuarto año en el que Arbusto tenía que soportar hambrunas pasajeras. La cosa era que yo tenía una beca del ministerio de Educación y, claro, me cubría cuatro o cinco meses de gastos pero no todo el año.
Resumiendo, se podría hablar de dos periodos de carestía económica / alimenticia / moral. El primer periodo chungo era final de noviembre-principios de diciembre, cuando se agotaban mis escasos ahorros veraniegos y la transferencia mensual de mis padres no cubría los gastos (la beca del ministerio no llegaba hasta finales de diciembre, como muy pronto). El segundo tramo oscuro era más largo y abrupto, algo así como “hasta aquí llegó la diversión”. Podía ser en abril, podía ser en mayo… el caso es que me sentía como si me hubieran teletransportado a Corea del Norte.
Mi amigo Gonzalo denominaba esta racha como “la época del cuenco de arroz”. Recuerdo que él me llevaba al cajero los viernes por la noche y me sacaba 3.000 pesetas para poder compartir la farra todo el fin de semana (la juerga como un derecho inalienable de todo español). Yo actuaba muy natural (“hoy es que no me apetece beber”, “es que mañana madrugo”) pero el sabía que babeaba por un buen cubata. Y, como gran persona que es, me prestaba dinero para las primeras copas y luego me pagaba la(s) última(s).
Pero el huevo…. ¡Ay, el huevo! Un viernes, a eso de las once de la noche, nos paramos a tomar una cerveza. Para él era un simple refrigerio, pero para mí eso era mi cena. Fue entonces cuando nos pusieron la tapa más extraña que habíamos visto jamás: un huevo semicocido para cada uno. Apenas puso el camarero el platito, pelé aquella cosa y la engullí sin contemplación. Mientras masticaba (alegre) Gonzalo se puso a guarrear el huevo y, al levantar la vista, se dio cuenta de que aquello no era ninguna coña para mí. El chaval se puso serio y me dijo: “joder, lo siento, no sabía que te lo querías comer. De verdad que lo siento”. A él le gusta recordar la anécdota y a mí, desde la distancia, también. Ya he dicho alguna vez que espero forrarme al convertir en best seller mi autobiografía de intelectual proletario.
Pero sigamos con el huevo. Hay algo que me enfada de todos esos años y creo que ya es momento de solucionar este maldito malentendido. Tanto Quic como Gonzalo se parten el culo cuando recuerdan que, como menú principal en épocas de hambre, yo recurría a sopas de sobre mejoradas con un huevo dentro. Echaba el huevo, dejaba que se hiciera con el calorcito del fogón y… al buche. Para ellos, mis famosas sopas con hueva no eran sino un síntoma más de mi precariedad monetaria. Para mí, en cambio, se trataba de una comida cojonuda que todavía repito de vez en cuando. ¿Por qué se ríen de las sopas de huevo? Mi madre me las daba de pequeño y aún me parecen uno de los mejores platos en relación calidad / precio. Así que, visto que hay inútiles que siguen sin enterarse del asunto, he decidido someter la cuestión a la voluntad del pueblo soberano:
8 Comments:
Arbusto: hoy estoy muy, muy enfadada contigo. ¿Por qué a mi no me has dicho lo de la prolongación del exilio? De hecho, aunque nuestro querido Hans decía en su anterior comment que estábamos "muy crípticos", hasta que he leído esto no tenía ni idea de qué coño era la herencia alimentaria esa. En fin, me voy a ahogar mis penas por ahí. No te preocupes, se me pasará el enfado a tiempo para ir de huesped a tu casa en cuanto tenga panoja :DDD
yo también quiero una explicación pormenorizada sobre esos dos o tres años más que vas a quedarte en aquel país. cler
soy cler otra vez. Se me había olvidado decirte que me es imposible votar en tu consulta popular porque no hay una opción que diga que los huevos duros se encuentran en el grupo de alimentos (¿?) que jamás comeré.
Si es que no tenéis ni idea. Vamos a ver, usuario anónimo (Cler), ¿desde cuándo un huevo que se echa en la sopa y se cuece al fuego está duro?
Percibo mucho prejuicio hacia mis sólidas convicciones culinario-ideológicas, que quizá se combine también con una lectura rápida y no siempre atenta de mi texto(es lo que pasa por leer los blogs en el curro).
Hay que votar la primera opción para darme la razón, y ya está.
tienes razón, no leí con atención. en cualquier caso, también me apestan los huevos metidos en o pasados por agua o sopa o cualquier otra modalidad, a excepción de los huevos fritos. Ya ves, sigo sin poder votar. Cler
Querido WBush, llego yo para dirimir la cuestión, con una posición -como es usual- ecléctica. Digamos que el asunto está en la sopa propiamente, no en la combinación resultante: si empleas sopicaldo de sobre (Maggi, Knörr, Avecrem o lo que sea) estás ejecutando una alimentación-solución-de- circunstancias. Sin embargo, si con un poco de pollo (de hecho, vale con la carrocería/restos de un pollo asado), una cebolla y cuatro o cinco zanahorias haces un caldo en olla a presión), sacas la verdura y la troceas y se la añades al caldo, añades fideos (pequeños, cabello de ángel) en lluvia, y con un ultimo golpe de fuego pochas un huevo en él, la cosa cambia sensiblemente. No hay mucha diferencia de curro, pero, como siempre, hay una abismal diferencia estética y gastronómica.
He de decir que MBO odia absolutamente las sopas de sobre. A mi no me dan tanta grima, sin embargo. Pero bueno, la sopa de verdad es unos 1000 millones de veces más rica.
Hans, es usted un maestro de la cocina en tiempos de vanidad postmoderna (Adriá y toda ese gentecilla).
Sus conocimientos culinarios son un motivo más para que organice un macroencuentro algún día de éstos.
WBush, dos cosas:
a) Comer es una cosa muy seria y muy importante. Tontadas, en ese sentido, las precisas. No digo que no me guste probar cosas, pero vamos, cuando como en alguna parte he de salir, como primera providencia, saciado y satisfecho, y no con necesidad de buscar el adjetivo para tildar un experimento.
b) Espero ansioso el momento de tal macroencuentro, no le quepa duda.
c) Sobre todo, enhorabuena, pues supongo que la prolongación de la estadía en ese Estado tan admirable es motivo de alborozo en el hogar de CopyCat y WBush. Algún día podría V. contarme qué es lo que hacen ahí. Tal vez a través del e-mail?
Publicar un comentario
<< Home