De revolutione
Han sido varios los que han querido felicitar a Arbusto Guerrero por su texto "Defensa de la filosofía (Platón responde a Zapatero" (11-mayo-2005), acerca de la reforma de las Humanidades que prepara nuestro entrañable ZP. Incluso algún entusiasta se ha atrevido a hablar de la “revolución” que supone internet a la hora de difundir mensajes contra el poder. Sin embargo, y por muy triste que pueda parecer, quiero dejar bien claro mi escepticismo ante todo eso.
Aristóteles, en su Poética, establece la diferencia entre la épica y la tragedia a partir de su extensión en el tiempo: “la tragedia debe, en la medida de lo posible, limitarse a una revolución solar, o excederla lo menos posible; mientras que acción épica no tiene límites de tiempo.” Según el filósofo griego, lo narrado en la épica puede abarcar cualquier arco temporal mediante saltos y anticipaciones (el ejemplo clásico son la Odisea y la Ilíada), mientras que la representación teatral no debe excederse más de un día.
A lo que quiero llegar es al significado original del término “revolución”. Incluso una ministra de Cultura socialista podría darse cuenta de que “revolución” se refiere al tiempo que tarda un cuerpo celeste en girar sobre su órbita. De hecho, es un término astronómico que se sigue utilizando en cualquier manual de ciencias (“100 revoluciones por minuto” significa, efectivamente, “100 vueltas por minuto”). De todo ello se concluye que la revolución, en sus orígenes, no es el cambio radical de las estructuras de poder (eso sería, en matemáticas, “giro de 180 grados”) sino vuelta a los orígenes una y otra vez. Y yo, sinceramente, no creo que el problema de las Humanidades en España sea cuestión de sustituir a tal o cual gobierno. Desde mi madriguera, sólo percibo un incesante giro.
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