Rollerball
Increíble película Rollerball (1975). Por casualidades de la vida, me he topado con el filme de Norman Jewison y he disfrutado como nunca. Se trata de esas películas futuristas con las que disfrutas como un enano: la acción está situada en el lejano panorama del año ¡2018!, una época en la que se supone que las corporaciones multinacionales habrán suplido a los Estados. Las guerras están prohibidas y la única válvula de escape para el pueblo llano es el Rollerball, un deporte típicamente norteamericano. Se trata de una mezcla de hockey sobre hielo (por las hostias), de patinaje (también por las hostias), de fútbol americano (sí, por las hostias) y todo ello en un velódromo, cómo no. Dos equipos pugnan por meter una bola de acero en un agujero que representa la portería del rival. Y los golpes en esta sociedad futurista son finos de verdad: cada equipo tiene unos motoristas que atropellan a los rivales.
El equipo de los Houston está compuesto por el héroe del torneo. Y Houston ganará al final de la película, evidentemente. Pero lo mejor, con diferencia, es ese enfrentamiento entre Houston y Madrid. El equipo de Madrid está compuesto por jugadores llamados Sánchez, Rodríguez... aunque la mitad de ellos son chicanos o, directamente, negros sacados de Harlem (sin duda, una metáfora sobre el Madrid multiétnico del siglo XXI). Luego hay una semifinal Houston-Tokio y en la final, el duelo Houston-Nueva York.
Ni 1984 ni mierdas. Tron se queda atrás. Rollerball es verdadera historia.
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